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Los tonos de un territorio
Por Emanuel Bremermann

Seis retratos de Latinoamérica según su cine.

Hay un meme frecuente que aparece cuando se quiere evidenciar la forma en la que Hollywood uniformiza las historias que suceden al sur del Río Bravo: es la imagen de un paisaje mexicano, usualmente de la capital, que aparece teñida de amarillo, como si el propio aire cargara con los prejuicios del norte. Si bien “el chiste” apunta exclusivamente a México, podemos aventurar y decir que es probable que buena parte del mundo piense con esos colores a las historias que pasan en este rincón del globo. Que esa tonalidad es lo que guarda la esencia de lo que somos como región.

Casi que no es necesario decir que es una suposición equivocada. Pero quizás sí es más imperioso rescatar que el cine de la región se ha encargado, a partir de un mayor desarrollo económico, una formación de talentos creciente y una apertura a los géneros cada vez más diversa, de expandir las fronteras de nuestros relatos. 

Hoy es imposible hablar de un cine latinoamericano. Hay que hablar de varios. O de sus tonos.

Este artículo funciona, entonces, como una suerte de guía para entender ese fenómeno a través de seis películas recientes recomendadas. Todas las propuestas pintan diferentes colores de este continente, a través de géneros en ocasiones diametralmente opuestos, y representando la tradición de un país en específico. Hay, claro, ejemplos de las cinematografías más desarrolladas de la región, como la mexicana o la argentina, pero también pequeños destellos de países que recién están viendo nacer a su cine, como Costa Rica o Colombia, que evidencian que poco a poco los latinoamericanos de todas partes nos estamos contando cada vez más. Que nos estamos haciendo cargo de nuestras narraciones y que lo estamos haciendo en nuestros propios términos.


Huesera (2022)

El camino comienza en el hemisferio norte, en una de las cinematografías más robustas y desarrolladas de la región, pero con un género que de a poco empieza a extender sus alas en el continente: el terror. Huesera es una película mexicana de la directora Michelle Garza Cervera que toma una de las leyendas más tradicionales de México —la Llorona no es la única— y la sitúa en medio de una pareja que está esperando a su primer hijo. La película se las arregla para ser inquietante y tener algunas escenas realmente terroríficas, a la vez que radiografía y comenta varios temas: el mandato de la maternidad, el ascenso social y económico, el lugar que ocupa la violencia intrafamiliar en la sociedad mexicana. No es para todos los estómagos, por supuesto, pero es un ejemplo ideal de la multiplicidad de voces que han aparecido en el cine de ese país en los últimos tiempos. Dónde verla: Amazon Prime Video.


Los delincuentes (2023)

¿Qué es la libertad? ¿Es posible alcanzarla o es una utopía que, en el sistema económico que impera en el mundo, está en oposición a la idea del trabajo? Los delincuentes, del argentino Rodrigo Moreno, se cuestiona esa y más dudas vinculadas en una de las películas más comentadas, elogiadas y veneradas del último año. Estrenada en el Festival de Cannes y elegida como representante argentina en los últimos premios Oscar, Los delincuentes propone una premisa simple: un funcionario de un banco decide robar la cantidad exacta de dinero que le correspondería por todos los años de trabajo que le restan para jubilarse, luego planea entregarse a la policía, cumplir la condena correspondiente de dos años, y luego vivir el resto de su vida sin trabajar un solo día. Por supuesto, el plan no sale exactamente como el protagonista lo planea, y su misión deriva en un delicioso drama sobre los límites de la ficción, la duplicidad, el peso del dinero en nuestras vidas y, sí, lo que significa ser libres en el mundo de hoy. Dónde verla: Mubi.


Pájaros de verano (2018)

La violencia es una parte indisociable de varios de los relatos que hoy dominan al cine latino, y tiene sentido que Pájaros de verano, de Ciro Guerra y Cristina Gallego, sea una de las películas más representativas en esa materia. Pájaros de verano es la historia del surgimiento, apogeo y posterior caída en desgracia del negocio de la droga en Colombia, solo que en lugar de hacer foco en los ya trillados cárteles de Medellín o Cali, se enfoca en lo que sucedió con el pueblo indígena de los wayuu, que en la década de 1970 ve cómo sus arcas empiezan a llenarse a medida que el negocio de la venta de marihuana a jóvenes estadounidenses se dispara. Casi al ritmo de las leyendas de estos pueblos, con una carga onírica potente, se desliza esta película filmada de manera hermosa que, sin embargo, tiene algunas de las escenas más estremecedoras del cine colombiano reciente. Dónde verla: Amazon Prime Video.


Tengo sueños eléctricos (2022)

El cine de Costa Rica empieza a asomar fuera de fronteras, y ya tiene una película destinada a convertirse en una parada ineludible para quienes deseen entender un poco más las dinámicas sociales de ese país: Tengo sueños eléctricos. La debutante Valentina Maurel pone en escena a una adolescente de San José de Costa Rica que debe ver como su familia implosiona cuando sus padres se separan. Ella, obnubilada por la figura de su progenitor, decide mudarse con él, lo que da pie a una nueva vida llena de dolor y poesía que la hará madurar antes de tiempo. Con actores no profesionales y una ternura que no cede incluso en medio de la violencia, Tengo sueños eléctricos es un retrato profundamente conmovedor y bastante duro sobre dos almas atormentadas que se hieren y luego se lamen las heridas entre ellos. De lo mejor del cine latino de los últimos años y un llamado de atención para una directora prometedora que apenas está haciendo sus primeras armas. Dónde verla: Mubi.


Los colonos (2023)

La potencia cinematográfica del fin del mundo es avasallante. Eso es lo que debe haber pensado el director chileno Felipe Gálvez cuando decidió situar su ópera prima, Los colonos, en algunos de los parajes más desolados, desafiantes y australes de América del Sur. Su película, una recreación histórica de la misión de un capitán inglés que debe cercar una serie de tierras para un terrateniente chileno y, de paso, controlar las insurrecciones indígenas, le saca todo el juego posible a los impresionantes paisajes de la Patagonia, y lo hace en una producción demencial que no descuida el atractivo de su historia. El costado más salvaje de la colonización del archipiélago de Tierra del Fuego es el corazón de un relato de conquista, ira, redención y resistencia. Dónde verla: Mubi.


Belmonte (2018)

Así como el cine latino es imposible de encasillar, el cine uruguayo ya se encuentra en un momento en el que impide cualquier categorización. Las historias vernáculas se adscriben al drama, a la comedia, al romance, al género, a todas las dimensiones humanas, y con esa expansión sucede que sus directores más prolíficos empiezan tener cada vez más películas a sus espaldas. Hoy, uno de los más representativos es Federico Veiroj (La vida útil, Acné, Así habló el cambista), que ha explorado tonos, ritmos e ideas con paciencia y calidad. Una de sus películas más recientes es Belmonte, que tiene al artista Gonzalo Delgado en el papel del pintor del título, un hombre que debe lidiar con varias crisis personales, sobre todo la que se dispara por su imposibilidad de ser profesionalmente exitoso y, a la vez, un padre más o menos digno. Con mucho corazón y destellos de una Montevideo que se luce, Belmonte se ha ido colocando poco a poco entre las exponentes uruguayas más recomendables de los últimos años. Dónde verla: Netflix.


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